Las miradas resbalan con indeterminación por el tiempo indeterminado. Una, una, uno, unos… Todo lo que es indeterminado parece difuminado, perdida la memoria, mirando sin la resolución de ver, apenas un decorado, la sombra del entorno, lo que no vemos de tanto verlo, lo que por estar no es.
Durante la mudanza, recogiendo todo el contenido del chalé que cambia de manos, se cae en la cuenta, cosas de la conciencia con toda probabilidad, que es el paisaje alrededor, la inmovilidad de lo que está sin ser más que lo que está entre tantas otras cosas que están, lo que no puede meterse en una caja de cartón o en una maleta; en una fotografía si, pero ¿cómo tomarlo? ¿Cómo tomar esa mirada perdida, inconsecuente, relativizada, el ver sin ver que es en realidad lo que se hace durante la mayor parte de la vida? Dotar a las cosas que no son de presencia supone un gran esfuerzo.