El Oficio de mirar

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Hablo a menudo, o escribo, acerca del oficio de mirar, cosa que no se bien que es, pero que intuyo. Me gusta pensar que todas estas cosas que me influyen, proceden de un oficio, el de ser; son sus derivadas. Ser hablando, ser mirando, ser siendo. Cualquiera se haría un enorme lío con esto, pero me resulta confortable liarme a mirar para acabar sin ver. Eso es también escribir. Sobre todo fotografiar.

Tantas veces he entrado en el bosque para fotografiarlo y tantas he salido sabiendo que no había conseguido lo que aspiraba. He tardado años en entender que no se puede fotografiar el bosque. Nada se puede fotografiar en su absoluta esencialidad, una fotografía no puede contener un “todo”, y por lo demás, ¿que es eso de lo esencial cuando hablamos del bosque que caminamos día tras día en busca de una fotografía definitiva.?

Este oficio de mirar termina con la única imagen del bosque que es resolutiva porque aspira, sabiendo que no es. El último bosque que se fotografía entre desenfoques y luces vagas, se desentiende de la pupila, ignora al objetivo, amanece entre luces y neblinas y sugiere un encuentro en un país del nunca jamás.

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