El camino que conduce al bosque discurre por una calle de chalés asfaltada de viejo, de piso ruinoso, ajado por las cicatrices, los sube y baja del nivel y el rumor del torrente de agua que canalizada discurre por debajo hasta llegar a los depósitos. El cuarteamiento del asfalto crea líneas de unión entre las oxidadas alcantarillas y las manchas blancas de las señales de tráfico, un derroche de pintura para un lugar tan poco habitado. Pero a fuerza de pasar por aquí imaginé fotografías, y de ellas reconstrucciones, y finalmente les iba poniendo, porque sí, nombres de libros de Platón, por aquello de que Sócrates nos ofreció su pensamiento caminando entre amigos.